miércoles, 3 de marzo de 2010

HOTEL N.01



Recuerdo que la chonumberone me explicó una vez el tinglado que se organiza cuando viaja. Por supuesto con su company, alias el hombre invisible.
Primero se compra un billete muy barato por internet, con meses de antelación, pues en diciembre ya se monta el parchís festivo de todo el año siguiente.
Y le sale muy barato porque no factura equipaje. A la ida estruja sus enseres más mugrientos en una maletilla de mano. Se lleva sus bragas más desgastadas y calcetines de media (color carne of course) agujereados. Hacer esta maleta le lleva mucho tiempo, toda una vida de cho en realidad. Al llegar a su hotelito – os ahorro la descripción de los hoteles que se curra, porque en este punto se aventura en temas estéticos, económicos y lacanianos, mezclando la idea de charm y el deseo desafortunado y lascivo de follar con el hombre invisible en estos lugares que ni en mis peores pesadillas. En fin. Luego me explica con detalle como cada día que pasa en el hotel, va dejando la ropa que se ha puesto uno o dos días, sucia y dobladita encima de la basurita del lavabo. Dobla las bragas sucias, la camiseta y sus calcetines (mientras me cuenta hace los gestos muy pulidos de doblaje) y los abandona ahí encima, sin atreverse a decir que los tira definitivamente a la basura, por si alguna mujer de la limpieza quisiera lavarlas o no y quedárselas. Pero eso le da un poco de asco y dice que no sabe si acaban tirando su mierda o si se la olisquean, no obstante insiste en este suspense que le excita en realidad. Total que vuelve sin maletas a su puto pueblo tan ancha, creyendo haber dejado en un hotel algo de su ligera libido para volver a su rutina de cho.

Pues eso, repasando apuntes desde el más allá.

No deja de llover y estoy en pijama a las tres de la tarde, escuchando la programación especial de huelga en radio3 en la cama. La verdad es que odio viajar y la pesada idea de la vacación, así que ésta es solo una historia desagradable que me permite lanzar una deprimente sección de hoteles en este blob. Quien quiera puede contribuir a este intento, por una antropología de la estética hotelera? Venga.




Desde habitación y pasillos de hotel, Lisboa

2 comentarios:

Por la tangente dijo...

Me quedo con lo que ponía en las servilletas del hotel donde Barton Fink se enfrentó a sus demonios:

"Hotel Earle: A day or a lifetime!"

Joder con el eslogan...

estonoes dijo...

demoníaco!