martes, 18 de agosto de 2009

DÍA ONCE Y DOCE



Ayer no hubo post porque me tocó supervisar un transporte por ahí y no pasé por el despacho. Hubo por supuesto la llamadita de la cho a las 10h de la mañana para preguntarme si todo iba bien eso que yo hacía ahí y si yo estaba bien pues ella se preocupa y siempre desea que pase algo malo para disfrutar. Si le dices que tú estás bien entonces te pregunta por tu familia y por tus amigos o quien se le ocurra a ver si sale algún muerto por ahí y que ella no haya patido. Esta mañana me lo ha vuelto a preguntar que qué tal estaba, pero con un pelín de rabia porque no le he largado dato alguno en tiempo y además he estado de viaje que eso para las chos es lo más. Cualquier cosa que se haga fuera de aquí es una excursión guay y lo plantean con espíritu esplai y merendola aunque te envíen a Santo Domingo de la maldita Calzada o a Tarragona que es molt bonic.
La verdad que tienen razón porque me lo paso en grande por ahí aunque sea todo un palo. Pero estos viajes siempre valen la pena y de hecho tengo mucha estima por el sentido crítico y estético de los transportistas. Ellos lanzaron entre ellos la moda de los politonos y sonitonos que cuando les llamas oyes el killy mi sofy de Pitingo, pedaso de mi vida, mientras esperas, y les suena el ABC de Mikel Jason sin que nadie se inmute y siguen hablando de cargas y embalajes que el otro día descarguemos. Con los transportistas además nos pegamos siempre unos desayunos y comidas de campeonato y tiene la ventaja que te llevan siempre a sitios de verdad y nada de comer en rollos raros con pinta de comida sana, que preparan sopas, verduras o chinadas de esas. De hecho comparten una aversión descomunal y total a la comida no frita tradicional. Ningún transportista comerá nunca en un japonés, thai, coreano o chino (que total es lo mismo). Eso es un dato universal. El verdadero origen de este racismo a la hora de comer es un misterio. Un día insistí mucho en que fuéramos a un chino para vacilarles y el Paco me tuvo que dar alguna que otra pista para que me callara y los demás dejaran de reírse a carcajada limpia de la simple idea de comer en un chino. Y es que su primo trabaja en el tanatorio y en veinte años no había visto salir de ahí ni un puto chino y mira que hay chinos en el barrio y alguno habrá tenido que palmarla seguro con esa mierda que comen. Total que pedí una versión ligera del menú del día 8.30€ y me lanzaron uno y dos filetes de cerdo frito, patatas fritas también a montones y para postre un flan. Considerando que hacía 35 grados a la sombra, llegué a bodypump de lado.
Hoy guay. La cho se ha despedido pronto que se va 3 semanas de vacaciones a su puto pueblo y se ha reincorporado el rastreador de perímetros folclóricos al despacho!

2 comentarios:

Por la tangente dijo...

Tía, que me voy a China. No recuerdo quien tb me dijo que si había visto a alguna embarazada china en Barcelona...- con expresión sospechosa. Yo no estoy pa fijarme esas cosas!! Es tan propio de usted entenderse de puti mare con los transportistas... Lo sabía!

estonoes dijo...

porla, que mania de irse a esos sitios tan raros, hay que estar aburrido! como dirian mis amigos los sabios
asi que cuidado con lo que te hechan ahi de comer!