martes, 11 de agosto de 2009

DÍA SIETE

No me he alegrado como pensaba de ver al fin a las dos chos en el despacho al llegar. La cho1 estaba sentada en la repisa de la ventana hablando y hablando en dirección de la cho2 que hincaba manzana. Y ha seguido hablando hasta las 9h que es la hora oficial en la que empieza su jornada. Solo entonces se ha sentado en su mesa. Ha llamado a su transportista favorito que no le contesta y le deja un mensaje de más de tres minutos repitiendo una y otra vez que necesita algo que ya le había pedido la semana pasada porque se lo ha pedido así que lo necesita. Básicamente eso. 09:03 Se ha girado hacia mí con las manos en la cabeza y ha puesto cara de querer seguir hablando. Al ver que yo no reaccionaba (agujetas-estupor-mutismo) ha empezado a hablar en mi dirección. Ha contado que no duerme y que estaba muy agitada del finde y que por eso no había dormido y que estaba muy cansada. Ante tanta confesión tuve que esforzarme y soltar algo, algo que no me comprometiera y que con suerte le cortara el rollo. Entonces le dije que la próxima vez se tomara una pastilla para dormir y ya. Cagada. Le ha agitado muchísimo el tema y ha empezado a dar detalles de sus técnicas de relajación. Que si se toma media pastilla de dormidina, como hizo ayer, y quizás por eso se encontraba cansada porque aún estaba bajo los efectos de su media dormidina y que estaba fatal. Para calmarla un poco le aseguré que la dormidina es placebo y que eso no te hace nada. Pero ella dale, que si ya lo sabe, pero que a ella le afecta igual. Que también pues se pega un baño de agua caliente – bueno ahora en verano tibia- y que toda limpita se va a la cama y se pone la tele un rato. Y que no es como sus amigas, o algunas de sus amigas que conoce y que toman mucho orfidal, vamos, que se hinchan. Pues eso ella no lo entiende, porque ella con su media dormidina ja té prou. Eso sí, toma mucho gelocatil para el dolor. Y ahí es cuando he asentido, y simpatizado casi con lo del dolor, pues así sin detalles podía parecer que hablara del dolor en sí, o incluso del dolor radical de la vida, eso me ha sorprendido. Y me hubiera gustado que lo dejáramos ahí. Pero no. Nada más asentir ha vuelto a coger carrerilla y me ha contado el historial de dolor que lleva encima. Le duele todo porque es una folclórica y porque sus accidentes, que ha tenido muchos accidentes. ¿De qué? Intenta hacerse la interesante para que le pregunte, aunque todos sabemos que conduce como una auténtica pirada y cada día que pasa para la cho1 es puro milagro. Nadie puede explicar cómo no se ha matado antes yendo y viniendo de su puto pueblo al despacho cada día. Bueno, cada día no, que sólo trabaja 4 días a la semana.
Pues eso, que hoy las chos me han agobiado un montón.

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